viernes, 31 de marzo de 2017

¡Si tuviera alas volaría!


Uno siempre la necesidad de volar cuando las personas acarician tu corazón.

¡Siempre hay que sentirse agradecido y en la vida descubres que cuánto más das más recibes!

Y es que la vida te va regalando personas que se van cruzando en tu camino no por casualidad sino por sinergia.

Siento estas semanas unas ganas tremendas de volar y las siento a través de las palabras que se dicen y de las que no se dicen.

Desde el alumno que te expresa en su mirada el reconocimiento de un trabajo bien hecho, el que viene a final de tu clase y te pide un abrazo, o se acerca y te dice que hoy has impartido la mejor clase.

Siento que vuelo cuando una persona se me acerca y me pide su consejo o que le ayude a ayudar a otros.

Estoy volando cuando con el paso de los años, las personas que conoces te escriben, te llaman, te tienen en su recuerdo, ya pase un año, dos o más, ya sabemos que hay personas que te acarician el alma.

Nos es tanto lo qué tú das si no lo que recibes, cuando conoces tantas y tantas historias, cuando te has emocionado con ellos, ayudándoles a mantenerla calma, cuando sientes que ya no te necesitan porque son capaces de volar solos.

Esa confianza en tu persona, en tu trabajo, que deja en tus manos a sus hijos, sus familiares más cercanos que te buscan para agradecer todo lo qué has hecho, cuando sabes que en realidad no has hecho nada, que son ellos los que buscan su camino.

Tengo alas cuando recibo el cariño y la ternura de los que me quieren y me aprecian, de las verdaderas amistades, de aquellos que saben que tú estás  ahí y ellos estarán siempre.

Tengo alas gracias a todos los que confían y me permiten soñar con la Psicología y con la Mediación, que me aportan energía suficiente para seguir soñando y agradeciendo eternamente a todos y cada uno de vosotros que día tras día me dais alas.

martes, 21 de marzo de 2017

Silencio en el campo


Llama poderosamente la atención la actitud de los padres en los campos de fútbol y en otros encuentros deportivos infantiles.

Esta imagen de violencia asociada al deporte infantil realmente es muy grave, ya que el deporte debe de ir acompañado siempre de valores.

El deporte es fuente de salud y es un principio de cooperación y de trabajo en equipo.

Dentro de la cultura del esfuerzo, en los equipos prevalece la importancia del trabajo de los compañeros, el aprendizaje cooperativo y la ayuda a los demás.

Los niños son ejemplo de perseverancia y de ilusión por lo que hacen, se divierten y al mismo tiempo se esfuerzan al máximo en lo que hacen.

Los niños son un ejemplo para los padres de integración.

En un encuentro de natación nos sorprendió gratamente a los padres observar cómo los niños aplaudían con fuerza y animaban a un niño que nadaba mucho más lentamente que los demás debido a su discapacidad.

Los niños entienden desde el principio las normas del juego, todos son iguales y todos son importantes para conseguir sus metas.

En los equipos infantiles es muy importante el ganar-ganar, siempre velar por el interés grupal.

Estos equipos en los campos de entrenamiento, crearán después equipos de trabajo en las empresas, de ahí la importancia del aprendizaje en valores desde la infancia.

Pero los padres a veces frustrados por sus sueños infantiles o por sus ilusiones de tener en casa un ídolo deportista, olvidan lo verdaderamente importante, que además de hacer deporte y llevar una vida sana, los deportes fomentan la amistad y el trabajo en equipo.

Por eso pedimos silencio en los campos, porque los protagonistas son los niños, porque no hay buenos y malos, porque todos somos iguales y tenemos los mismos derechos.

Pedimos silencio ante la violencia verbal y física injustificada.

Los niños son lo que ven y lo que ven es violencia, luego de ellos sólo podemos esperar que aprendan a comportarse como sus padres cuando sean mayores y acaben repitiendo patrones con sus hijos el día de mañana.

La mediación debe de estar presente en todos los ámbitos deportivos, porque lo que debe de fomentarse es el silencio, el silencio es muestra de respeto.

El principal valor es el RESPETO.

Nuestros niños son nuestro futuro, RESPETO.


jueves, 9 de marzo de 2017

Nos hacemos pequeñitas


Si observamos el comportamiento de los niños y niñas hasta los cinco años de edad no vemos ni sentimos ninguna diferencia en su comportamiento, es a partir de los cinco cuando vamos a empezar a hablar de diferencias.

A partir de los cinco años las mujeres nos hacemos pequeñitas, empezamos actuar más que como somos o como queremos ser, como se espera culturalmente que seamos.

Dejamos de participar activamente en algunos juegos o dinámicas en las que pensamos que eso no es para nosotras, porque no somos lo suficientemente fuertes.

Los mensajes y el lenguaje negativo que recibimos de los demás durante el desarrollo de nuestra infancia es fundamental: "no sirves para nada", "para que vas a estudiar si luego no vas a poder trabajar", "no haces bien las cosas", "tú lo que tienes que hacer es encontrar a buen chico", "debes formar una familia".

Y entramos en un mundo de complejos, no somos lo suficientemente buenas, guapas, elegantes, cariñosas, trabajadoras, educadas, bien formadas.

Y buscamos modelos sociales que nos apartan de la realidad.

Cuando llegamos a la adolescencia, surgen los conflictos al no ser y saber quienes somos realmente y cuál es nuestro principal papel en la sociedad. ¡Nos hacemos pequeñitas!

Entramos en conflicto con nosotras mismas y con los demás, ya que al no aceptarnos como personas, como mujeres, acabamos estando a disgusto con el resto del mundo.

Y sentimos qué todo nos resulta complicado "eso no lo hacen las chicas", "tú no puedes, eres una chica".
¡Nos hacemos pequeñitas!

Y pasamos a la etapa adulta pensando que somos malas, qué no seremos capaces de hacer las cosas, qué nunca nos querrá nadie, ni podremos hacer aquello que soñamos. ¡Nos hacemos pequeñitas!

Pasamos a vivir justificando nuestra existencia, "qué puedo hacer yo", "soy así", seguimos teniendo problemas con los demás, porque no decimos realmente lo que queremos decir por miedo a que nos dejen, a que nuestros peores temores se cumplan, a sentirnos solos y confirmar qué es cierto que no servimos para nada. ¡Nos hacemos pequeñitas!

Nuestros límites son mentales, las diferencias las marcamos nosotras, no somos ni más ni menos, simplemente somos.

Y lejos de ser pequeñitas, somos poderosas, fuertes, luchadoras, perseverantes y capaces de conseguir todo aquello que queramos en la vida.

Cuando te sientas pequeñita, crece!