jueves, 15 de septiembre de 2016

Un mar de emociones


¡Un mar de emociones es lo que siente un mediador, a veces en calma, a veces marejada o marejadilla!

Las emociones nos inundan a los mediadores, desde el primer momento, nuestra vida está inmersa en esta montaña rusa.

Muchas veces te sientes triste al comprender al otro, otros disgustado porque las partes no se escuchan y no son capaces de ponerse de acuerdo, o felices al compartir la felicidad de los demás.

Pero las olas ondulan desde hace tiempo, cómo en el Congreso Internacional de las Palmas comiendo queso en la casa de Maspalomas de un gran anfitrión, o en las primeras Jornadas de Mediación Comunitaria en Barcelona, dónde compartimos Sònnia y yo, la noticia de la gestación de Javier. O aquella vez en la Facultad de Derecho en Valencia, cuando Jordi hablaba de resiliencia dejando mudo al auditorio, o cuando en Barcelona debatíamos los "supuestos expertos en mediación" embarazada de dos meses. El destino quiso que fuese de nuevo a Barcelona a reencontrarme con las emociones, con aquellos alumnos dispuestos a abrazarme sin pedirme nada a cambio.

Historias de trenes, de horas de conversaciones anónimas, o de aviones, cómo aquella vez en que Chicote me invitaba a correr por la terminal de Barajas para alcanzar a mi conexión.

Momentos de comidas, cenas, desayunos, algún que otro amontillado, invitando a compartir las mejores emociones y el agradecimiento por un trabajo bien hecho.

Risas, bromas, ojeras y mi eterno compañero de viaje, mi pequeñito, aquel que estuvo viajando conmigo y hoy quiere ser mediador.

Pero también lloramos y se nos va un trocito de corazón por cada persona que pasa, esperando saber con el tiempo noticias que te digan que la tormenta ya pasó.

He visto reir y llorar, he visto el dolor y la felicidad, arriba a abajo, como las olas en el mar.

Historias, mil historias...



jueves, 8 de septiembre de 2016

La vuelta al cole



Iniciamos curso académico en Infantil, Primaria y Secundaria y lo hacemos como siempre con mochilas nuevas, estuches, bolígrafos y gomas, con nuestras coletas y con las mismas ilusiones que los años anteriores.

Iniciamos el curso con asignaturas pendientes:

- violencia de género: necesitamos empoderar a las niñas, es a partir de los cinco años cuando las niñas empiezan a hacerse pequeñitas y algunas de ellas en la adolescencia pasan desapercibidas.

Necesitamos una educación desde la igualdad de género. Necesitamos saber detectar los micromachismos y aquellas palabras, aquel lenguaje y acciones que reflejan la violencia.

- Violencia entre iguales: entender la violencia como algo intrínseco al ser humano, como la única alternativa para hacerse respetar y para ser un líder, convierte a nuestros menores en víctimas de una sociedad que saca lo peor de nosotros.

Necesitamos el diálogo, la comunicación, las habilidades sociales, el control emocional, la gestión de los conflictos, la mediación, la inteligencia emocional y el mindfullness, sin dejar de lado un entrenamiento en dilemas morales.

- Ciberdelincuencia: el anonimato en las redes sociales, la intolerancia, la falta de valores morales, la carencia de autoestima y de habilidades sociales, ha convertido las redes sociales y la tecnología como una forma de hacer daño gratuito a los demás.

La educación en nuevas tecnologías, la educación en valores, el refuerzo de la autoestima y entrenamiento en asertividad y gestión emocional, nos necesarios en este ámbito.

- Alcohol y drogas: los menores a partir de los doce años se inician en el consumo del alcohol, lo hacen desde la creencia de algo que es aceptado y entendido por la sociedad como imprescindible para ser aceptado por los grupos y como vehículo de socialización. El botellón es a lo que aspiran algunos jóvenes que piensan que es la mejor iniciación para la etapa adulta y por supuesto, la mejor fórmula para el ocio y tiempo libre.

El cannabis, te hace pensar si algún joven no lo consume, lejos de entender los graves riesgos a nivel cerebral que conlleva su uso y abuso, lo utilizan para olvidar y no pensar en el momento actual que viven y en el futuro que les espera, dejando de lado cualquier pensamiento y creatividad, totalmente aniquilada por efecto de las drogas.

Necesitamos talleres experienciales, no más charlas de educación, necesitamos una formación en primera persona, que asegure el entendimiento de estas drogas y de uso.
Y por supuesto la siempre necesaria tarea educativa del resto de las drogas ilegales.

- La falta de respeto al profesorado y los compañeros: necesitamos más educación en valores, urbanismo, civismo, ética y moral, educación a la ciudadanía o tutorías, pero impregnemos las aulas de valores.
Solidaridad, convivencia, integración, respeto.

- La desmotivación por el estudio: impartir las mismas asignaturas, de la misma manera, año tras año.
Debemos introducir las nuevas tecnologías, una educación basada en la creatividad e innovación, potenciando el talento de cada alumno y respetando sus ritmos de aprendizaje.
Las aulas deberían ser los lugares más felices para los niños.



La receta para la vuelta al cole pasa por la filosofía de la mediación, el mindfullness, la inteligencia emocional, la educación en valores, la creatividad, la innovación y el emprendimiento, la inclusión y aceptación de la diversidad.

Diseñemos un modelo educativo que tenga como lema fundamental la educación en valores, ayudará a nuestros hijos a ser mejor personas.

¡Los niños deberían ir al colegio para ser felices!