martes, 12 de julio de 2016

¿Por qué perdonar?


¿Por qué perdonar cuando se nos hace tanto daño?

Hace unos años el perdón era un valor en alza.

Si bien hay personas que les cuesta por orgullo reconocer sus errores o son rencorosas para poder conceder el perdón, otras personas piden perdón por todo aquello que hacen esté bien o mal hecho.

Decía Javier Escrivá, catedrático de Derecho Eclesiástico, que en el momento actual todo se ha vuelto imperdonable.

¿Es por tanto una falta de valores religiosos o se debe a otras causas?

Lo cierto es que no deja de tener razón, cualquier cosa que nos dicen o nos hacen lo consideramos imperdonable y por tanto, aquellos que las realizan deben de ser castigados.

Pensamos que la vida no es justa, como tampoco lo son las personas que nos tratan mal y no nos aceptan como personas y acudimos a la Justicia, pensando que encontraremos la solución a nuestros problemas, que nos darán la razón, porque hoy en día todo es denunciable, porque todo es imperdonable y alguien debería hacer alguna cosa para solucionar nuestra situación.

Detrás de lo imperdonable, se encuentra el dolor, la tristeza, la rabia, el deseo de venganza, el odio. 
Emociones mal gestionadas, sentidas pero no expresadas, que van dañando el corazón.
A pesar de ser todas ellas negativas hemos aprendido que en la vida se aprende a base de golpes y que no se puede esperar nada de nadie.

¿Habrá desaparecido el perdón de nuestro vocabulario, merece la pena expresarlo?

No podemos resolver problemas desde las emociones y sentimientos negativos, porque sólo nos resta energías y nos genera enfermedades, nos separa de los demás y nos aísla del momento presente y de la apreciación de las cosas que nos recuerdan que estamos vivos.

Siempre tristes, siempre enfadados, siempre pensando que son los demás los culpables de nuestros problemas. Nunca asumimos nuestra responsabilidad, pensamos que hay cosas que se solucionan solas.

¿Pero qué hay detrás del perdón a los demás?

Nos cuesta pedir perdón a los otros porque no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos, simplemente por haber nacido, por estar vivo.

Nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos por cosas que hicimos o o dejamos de hacer en el pasado, por lo que podíamos haber dicho o por lo que dijimos, por las decisiones que tomamos, por la vida que llevamos y por la vida que nos hubiese gustado llevar.

Nos cuesta renunciar al pasado, al perfeccionismo, a los deberías o tengo que hacer, nos cuesta aceptar nuestros errores y el derecho a equivocarnos, nos cuesta aceptar como somos y para qué estamos aquí.

El perdón a los demás sólo es posible desde el perdón a nosotros mismos, sólo así seremos libres.

¡Es tiempo para el perdón!